Descripción
Si las piedras hablaran narra la historia de la civilización desde el origen de la Tierra hasta nuestros días, conformando un mosaico de pasajes ilustrados por cada una de las etapas más significativas del desarrollo de la humanidad: la Edad de Piedra, la Edad de los Metales, la civilización egipcia, el imperio romano, la Edad Media, el Renacimiento, la Edad Moderna, la Revolución Industrial y el Siglo XX.
La narradora de los hechos que tienen lugar es un singular testigo: una piedra desgajada de una de las primeras montañas surgidas en la formación de la corteza terrestre. Una piedra que de forma involuntaria acabará estando presente en todas las etapas históricas formando parte de una pirámide, una calzada romana, un monasterio o un castillo. Una observadora excepcional que además pondrá de relieve, a través de personajes de ricos matices contextualizados en cada uno de los capítulos, temas como el poder, la ambición, la esclavitud, la religión, la búsqueda de la belleza a través del arte, la desigualdad de género y la lucha social de la mujer, el amor, la guerra y el mismo paso del tiempo.
Una novela corta de ficción histórica, accesible y amena, especialmente orientada a alumnos y profesores de enseñanza media o educación secundaria (de 12 a 16 años) para inculcar y fomentar el interés por la historia y las humanidades.
«Giuseppe caminaba por la estancia con pasos irregulares que rompían la armonía de su figura. Revisaba uno a uno los trabajos escultóricos, daba instrucciones a los jóvenes que esculpían, palpaba la piedra recién tallada para percibir los volúmenes y detectar los fallos… Apreciaba a todos sus alumnos, pero sabía distinguir a los discípulos que tenían habilidad de los que tenían verdadero talento. Sentía debilidad por Paolillo, así llamado por su cuerpo menudo y delgado. Paolillo hablaba poco, miraba asiduamente hacia abajo y siempre iba muy abrigado, a pesar del calor existente en la sala. Probablemente era debido a la escasez de sus carnes. Sin embargo, sus manos diminutas eran capaces de modelar con maestría la figura humana, recrear con fidelidad las proporciones, transmitir armonía en la postura y, sobre todo, sabía reflejar como ningún otro las emociones en el rostro de las esculturas. La disposición de la mirada, la expresividad de la boca que denotaba la alegría, la sorpresa, el asombro, la piedad… El alma escrita en un rostro de piedra…»